11 abr 2015

PÁGINA 160


Les explicas tus ideas a Germán y a Facundo. Les decís que tendrían que usar esa última oportunidad en otra cosa, en lo que sea, pero no en transportarse. Los obligas a que si quiera lo consideren tan solo un segundo. —Las posibilidades son tantas…los caminos, tan infinitos—les decís, pensativo. No podés evitar el sentirte un poco egoísta, porque estas aferrado a él como si tu vida dependiera de ello. Pero Facundo no lo entiende.

— ¡¿De qué posibilidades me hablás?! —Te grita. — ¡Por culpa de ustedes yo también me voy a quedar sin aparato! ¡Al pedo intenté ayudarlos, fue un error haberlos querido ayudar! —Escupe. Él se enoja, se enfurece, e intenta arrebatarte el artefacto de las manos. Ustedes dos forcejean, y Germán intenta separarlos, ser la voz de la razón en esa discusión sin sentido en la que él considera que se encuentran metidos. Un solo comando, un par de botones después, y el artefacto se podría activar y transformar en lo que sea. Un transporte, un arma, una herramienta, un portal…un explosivo. Ellos no entienden de lo que ese artefacto es capaz. No pueden entenderlo. Quieren irse, y tienen que irse. Tienen que desaparecer de tu vista, dejarte solo con el aparato y dejártelo usar. Sentís que estás en posesión de la lámpara mágica y te queda un último deseo; y que esos dos no pueden entenderte y por eso tratan de quitarte esa última oportunidad. ¿Y si te atrevieras a usar el aparato para viajar en el tiempo? Esa es una posibilidad que ronda en tu mente desde el primer momento en que viste el artefacto, desde que supiste de lo que es realmente capaz. ¿Y si encontraras la forma de ir hacia el pasado, a revivir tiempos mejores? ¿O si, en cambio, optaras por ir hacia delante, al futuro, y quedarte a vivir allá?


—Mateo, está mal. No podemos usar esto para beneficio nuestro, ¿no te acordás? —Te pregunta Germán, intentando razonar con vos. — ¿No te acordás que decidimos usarlo para ayudar a las personas, para hacer el bien? —Te dice. Vos recordás esa decisión que habían tomado ambos, pero crees que las cosas han cambiado desde entonces. Antes de que ninguno pudiera decirte algo más, de un impulso te hechas a correr lejos de ellos, a través de los distintos galpones y depósitos amontonados en el muelle, intentando escapar. Ellos te persiguen, pero con aparato y todo te lográs inmiscuir en el laberíntico paisaje y tras unos pocos minutos crees haberlos perdido. Ignorás si están lo suficientemente lejos o no, pero lo que es seguro es que ya han parado de llamarte en la oscuridad de la noche. Estás satisfecho con lo que has hecho, porque crees que lo correcto es casi cualquier cosa que no fuera usar el Artefacto Foráneo como vía de transporte. Todo el potencial que tienes en las manos parece vibrar al compás del desenfrenado latir de tu corazón, y por las dudas seguís corriendo ahora hacia la única dirección posible: el muelle, y más allá, el mar. Quizás encuentres alguna manera de alejarte más de ellos por ese camino, o al menos podrás tener una visión más amplia del complejo de galpones frente a ti. Pero en eso los ves. Ellos reanudan la marcha, te dan caza gritando tu nombre, y vos no podes permitir que se te acerquen. Continúas caminando hacia atrás sobre la madera del muelle, negando con la cabeza a la sola de idea de entregarte a ellos. No vas a ceder. No vas a permitir que ellos ganen. Pero en eso resbalas, intentas evitarlo pero caes al mar, y el Artefacto cae con vos. Este ni bien toca el agua, explota en miles de pedazos, y vos sentís un dolor inmenso perforándote el cuerpo, llenándote los pulmones de agua. Tu último respiro es el fatal, y de pronto ya no hay nada más que puedas hacer. 

Es tu FIN.

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