Te levantas después de una noche
intranquila, terrible y en la poco pudiste dormir. Vos, Germán y Facundo están
en una casa abandonada, en un solitario recinto a las afueras de la ciudad, y
cuando te sentás en la cama de arriba de una cucheta que compartís con Germán,
te encontrás con que Facundo está espiando por una de las ventanas tapiadas
hacia la calle. Dentro de la casa las opacas luces también son verdes, y reina
un silencio mortal y tenebroso. Tu cara y la de tu amigo son terribles, con
ojeras, mugre y ese constante miedo en sus ojos, esas miradas de terror y los
nervios de punta que están haciendo estragos con sus mentes.
— ¿Hay algo? —Le susurras. Un
vistazo y te das cuenta de que no hay nada, pero vos en tu turno de vigilancia
también habías estado mirando constantemente, como si el peligro estuviera a un
metro de la ventana y pudiera entrar a la casa en un santiamén, mientras que en
realidad estaba lo suficientemente lejos.
—No, pero no puedo evitar
quedarme acá y mirar para afuera. No me creo que estemos acá todavía. Me parece
tan loco, tan terrible y tan imposible…pero lo vimos con nuestros propios ojos.
Esta ciudad es la nuestra, siempre lo fue y lo sigue siendo, pero algo ha pasado
mientras nos fuimos. Tengo una sospecha, pero es tan ínfima que la rechazo de
solo pensarlo—dice él. Lo ves cansado, preocupado, asustado, pero seguramente
vos tenés la misma cara.
— ¿Qué es? —Le preguntas. —Cualquier
idea que nos lleve a entender que pasó acá es recibida. Cualquier cosa antes
que la duda. Me carcomí la cabeza toda la noche, pensando qué podía haber
pasado.
—Yo averigüé cosas cuando empecé
a investigar sobre mi aparato. Rumores, suposiciones, porque nadie sabe a
ciencia cierta que hay detrás de estos Artefactos salvo los federales y el
gobierno de Estados Unidos, pero…se dice que son tecnología alienígena. Ya sé
lo que me vas a decir, que parecen inventos humanos, pero vos viste a esas
criaturas afuera, Teo. Las viste y corrimos de ellas, y las escuchamos
hablarnos y gritarnos en ese idioma raro, y vimos lo que les hacían a la gente.
Ese brillo verde afuera…el hecho de que no hayamos visto salir el sol aunque ya
tendría que haber amanecido…no es una idea descabellada.
—No, ya sé…pero a mí también me
cuesta creerlo a pesar de verlo con mis propios ojos. No me imagino qué puede
haber pasado mientras nos fuimos para que la ciudad terminara así. ¿Tendrán a
todos bajo ese tipo de hipnosis? No me quiero ni imaginar lo que haría si me
enterara que mis papás…—contestas, pero se te hace un nudo en la garganta y los
ojos se te llenan de lágrimas.
—Teo, no seas idiota. No pasó
nada cuando nos fuimos de nuestro mundo, de nuestra ciudad. Nosotros hicimos
esto, ¿no entendés? Los bichos esos se adueñaron de…del planeta entero, quizás,
pero…nosotros cambiamos el pasado.
Por eso se creó este futuro tan distinto y tan peligroso, pero nuestro mundo
aún existe en algún lugar. Metimos la pata, Teo. Todo esto, nuestros padres
seguramente capturados, la ciudad bajo control de los aliens…es culpa nuestra.