La culpa te carcome el cerebro,
pero por la manera en que grita y que es arrastrado hacia las llamas, hacia la
inmediatez…pareciera que no hay nada que puedas hacer al respecto. No querés
creerlo, no podés aceptarlo, pero cuando das un paso en falso hacia él, algo
que estaba sosteniendo a duras penas el suelo bajo tus pies se vence y se
hunde, abriendo un agujero hacia una penumbra horrorosa. Y con él, se abre
también un poco la pared, como no pudiendo sostenerse más, y por los terribles
crujidos de metal que sientes encima tuyo, todo parece estar por derrumbarse en
cuestión de segundos. Te sentís un traidor, porque no podes creer que vayas a
abandonar a tu amigo por no animarte a saltar hasta el otro lado, pero los
segundos en los que vacilas bastan para que frente a ti la porción de pasillo
antes de las escaleras termine de desplomarse y te obliguen a subir. Hay mucho
humo a tu alrededor, pero no es eso por lo que estás lagrimeando. No lo podés
evitar. Toses, buscas aire, continuas por los escalones de forma mecánica, sin
pensarlo, porque si te detuvieras a hacerlo es probable que tu corazón te
llevara a regresar. Era tu amigo, tu compañero…no puede haber terminado así.
Seguís subiendo por lo que parecen una infinidad de escalones, y a medida que
subís el humo se va poniendo más denso, obligándote a respirar a través de tu
remera. Pero no hay nada que puedas hacer. Te duele la cabeza inmensamente, tus
ojos se sienten pesados, tu boca busca aire con desesperación, pero lo último
que haces antes de desplomarte finalmente en el suelo del nuevo piso es apenas
ver un rostro familiar, la cara de alguien que parecía esperar por vos pero ya
no puedes ver nada.
Tus ojos siguen pesados, pero la
extrañeza de sentir tu cuerpo sobre algo cómodo y silencioso te lleva a
abrirlos a pesar de todo. Estás recostado en tu habitación, con ropa limpia y
aparentemente a salvo. ¿Pudo realmente haber sido un sueño todo eso? Imposible,
sentiste dolor. Que no te vengan con el cuento de que te lo imaginaste todo.
Cuando no encuentras nada raro a tu alrededor, buscas alguna prueba de que lo
que viviste fue real y encuentras una carta sobre tu pecho. Recién ahora
pareces percatarte de que estás en tu casa y el calor no tiene nada que ver con
una nave espacial incendiándose. ¿Qué demonios fue lo que pasó? La carta dice
lo siguiente:
“Querido señor Mateo:
Desde la
Alianza Galáctica le pedimos mil disculpas por las
experiencias que le tocaron vivir. Lo encontramos desmayado en el suelo de la
nave y luego de todas las tácticas de rescate efectuadas en usted y en los
demás sobrevivientes, nos encargamos de todo y lo trajimos a su casa, en el
planeta Tierra. La discreción es nuestra marca registrada señor, así que no se
preocupe. Ni sus padres ni vecinos ni autoridades gobernantes tienen idea de
esto. Lamentamos la trágica pérdida de su compañero Germán, pero no hubo nada
que ni nosotros pudiéramos hacer por él. Le ofrecemos adjuntadas en el sobre,
sin embargo, dos píldoras. Se encontrará en similares condiciones que un
personaje en una de sus películas. Una lo hará olvidar todo lo ocurrido, y nada
le devolverá esos recuerdos luego. Y la otra lo hará olvidarse únicamente de
Germán. Elija con prudencia y según lo que a usted le parezca. Le agradecemos por
toda la ayuda que nos brindó con el caso de los Kózkoros. Confiamos en que esto
no volverá a suceder. Que viva feliz, señor”.
FIN.