11 abr 2015

PÁGINA 136


La culpa te carcome el cerebro, pero por la manera en que grita y que es arrastrado hacia las llamas, hacia la inmediatez…pareciera que no hay nada que puedas hacer al respecto. No querés creerlo, no podés aceptarlo, pero cuando das un paso en falso hacia él, algo que estaba sosteniendo a duras penas el suelo bajo tus pies se vence y se hunde, abriendo un agujero hacia una penumbra horrorosa. Y con él, se abre también un poco la pared, como no pudiendo sostenerse más, y por los terribles crujidos de metal que sientes encima tuyo, todo parece estar por derrumbarse en cuestión de segundos. Te sentís un traidor, porque no podes creer que vayas a abandonar a tu amigo por no animarte a saltar hasta el otro lado, pero los segundos en los que vacilas bastan para que frente a ti la porción de pasillo antes de las escaleras termine de desplomarse y te obliguen a subir. Hay mucho humo a tu alrededor, pero no es eso por lo que estás lagrimeando. No lo podés evitar. Toses, buscas aire, continuas por los escalones de forma mecánica, sin pensarlo, porque si te detuvieras a hacerlo es probable que tu corazón te llevara a regresar. Era tu amigo, tu compañero…no puede haber terminado así. Seguís subiendo por lo que parecen una infinidad de escalones, y a medida que subís el humo se va poniendo más denso, obligándote a respirar a través de tu remera. Pero no hay nada que puedas hacer. Te duele la cabeza inmensamente, tus ojos se sienten pesados, tu boca busca aire con desesperación, pero lo último que haces antes de desplomarte finalmente en el suelo del nuevo piso es apenas ver un rostro familiar, la cara de alguien que parecía esperar por vos pero ya no puedes ver nada.

Tus ojos siguen pesados, pero la extrañeza de sentir tu cuerpo sobre algo cómodo y silencioso te lleva a abrirlos a pesar de todo. Estás recostado en tu habitación, con ropa limpia y aparentemente a salvo. ¿Pudo realmente haber sido un sueño todo eso? Imposible, sentiste dolor. Que no te vengan con el cuento de que te lo imaginaste todo. Cuando no encuentras nada raro a tu alrededor, buscas alguna prueba de que lo que viviste fue real y encuentras una carta sobre tu pecho. Recién ahora pareces percatarte de que estás en tu casa y el calor no tiene nada que ver con una nave espacial incendiándose. ¿Qué demonios fue lo que pasó? La carta dice lo siguiente:

“Querido señor Mateo:

Desde la Alianza Galáctica le pedimos mil disculpas por las experiencias que le tocaron vivir. Lo encontramos desmayado en el suelo de la nave y luego de todas las tácticas de rescate efectuadas en usted y en los demás sobrevivientes, nos encargamos de todo y lo trajimos a su casa, en el planeta Tierra. La discreción es nuestra marca registrada señor, así que no se preocupe. Ni sus padres ni vecinos ni autoridades gobernantes tienen idea de esto. Lamentamos la trágica pérdida de su compañero Germán, pero no hubo nada que ni nosotros pudiéramos hacer por él. Le ofrecemos adjuntadas en el sobre, sin embargo, dos píldoras. Se encontrará en similares condiciones que un personaje en una de sus películas. Una lo hará olvidar todo lo ocurrido, y nada le devolverá esos recuerdos luego. Y la otra lo hará olvidarse únicamente de Germán. Elija con prudencia y según lo que a usted le parezca. Le agradecemos por toda la ayuda que nos brindó con el caso de los Kózkoros. Confiamos en que esto no volverá a suceder. Que viva feliz, señor”.


FIN.

PORTADA

PORTADA

CONTRAPORTADA

CONTRAPORTADA