6 mar 2015

PÁGINA 73


En el momento en que te quedás solo con tu amigo en la habitación cerrada, crees que sos libre por primera vez. Es un pensamiento bastante tonto, pero así es cómo te sentís. No estás siendo vigilado, ni escoltado, ni nada, al menos que vos sepas. Aún así, lo único que hacés es sentarte en una silla al lado de la camilla de tu amigo y observarlo respirar lentamente. No sabes exactamente para qué querías estar solo, pero es seguro que te hace bien estar acompañado simplemente por tus pensamientos y el tranquilo dormir de Germán. 

Tras unos momentos más, él comienza débilmente a abrir un ojo y luego el otro, aunque frunce mucho el ceño, como si le costara volver a la realidad. Vos aguardas hasta que te encuentre con la mirada, y cuando lo hace y enfoca tu rostro, sonríe, aunque se lo ve muy agotado. Vos recordás la migraña, la sensación de no sentirte vos mismo y lo compadeces, y dejas que se tome su tiempo para enderezarse en la cama y comenzar a hablar. Hace las mismas preguntas que vos, se sorprende de la misma manera cuando le cuentas lo que a vos te contaron, pero el hecho de sea un amigo de confianza quien se lo cuente y no un capitán o enfermera desconocidos lo hace adaptarse mejor a la idea. Te sigue pareciendo raro y muy fuera de lugar, pero ahora al menos son dos lo que sienten así. Se siente bien haber recuperado a tu amigo, saber que se encuentran ambos a salvo y que tras otra serie de pruebas sonsas él podrá salir de esa camilla y afrontar todo junto a vos.

El procedimiento es el mismo, y hasta te aburre tener que verlo en otra persona, pero al menos le podes hacer caras divertidas y burlarte de su desorientación y hacer más amenos los momentos, incluso hasta para él que evoluciona más rápido que vos y responde a todo correctamente. Unos minutos más tarde la enfermera y el Capitán los llevan a los dos por el pasillo, luciendo idénticos con los trajes azules esos, como dos gemelos de rostro muy distinto, y los guían hacia una nueva habitación. Allí habían reunido a gente de aspecto importante y serio, por lo que ustedes se dejan de bromas y tratan de aparentar ser los valientes sobrevivientes que supuestamente deberían ser.

—Bueno. Ya que estamos todos presentes y en condiciones de tomar una decisión, creo que hablo por los dos terrícolas al decir que nuestro próximo destino debe ser la sede de la Corte Suprema del Sistema 91 y la Alianza Galáctica. Un grupo especializado ya está tomando evidencias del portal abierto desde la nave esa a la deriva hasta la habitación del chico, acá presente, en la tierra y en momentos tendremos listos los estudios que aseguran que las heridas que los chicos recibieron y de las cuales ya se están recuperando casi completamente fueron proferidas por armas kózkoras. Ellos estarán dispuestos a testificar a favor de la Alianza y, repito, creo que hablo por ellos al decir que mientras todo esto no figure en sus legajos y se trate con confidencialidad en la Tierra y ambos sean devueltos sanos y salvos a sus familias y tengan el consentimiento de que ya no tendrán que preocuparse más por futuros ataques, abalarán tener que hablar frente a la corte. Corríjanme si he mentido, muchachos—les dice el Capitán, aunque vos y tu amigo, tras una mirada cómplice, entienden que básicamente ha sido todo dicho y que están de acuerdo en que el plan sea ese.

—Bien—prosigue tras sus afirmativas. — ¿Alguien tiene alguna objeción que hacer antes de irnos?


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