Facundo sostiene el aparato con una mano y con los nudillos
de la otra golpea cuatro veces la puerta de madera, mientras vos y Germán,
quien tiene su propio aparato en sus manos, comparten miradas. Su discurso los
convenció de que están a salvo, y no hay nada de qué preocuparse, aunque vos te
guardas tus malos presentimientos para vos mismo. La mirilla de la puerta se
mueve y deja ver un ojo bien abierto, que los estudia un momento, y luego, aún
posado allí, los sigue recorriendo mientras una voz nerviosa pregunta:
— ¿Quiénes son? ¿Cómo llegaron acá? —y vos no podés evitar
pensar que suena como la voz de un loco maniático, o de alguien bastante
sorprendido que no tiene nada que ver con ustedes. Facundo no se molesta en
contestar, y solo levanta el aparato a la altura de la mirilla, dejándolo
visible para él. El ojo se abre aún más, si era posible, y se escuchan varios
cerrojos, candados, vueltas de llave y ruidos de cadenas antes de que la puerta
se abriera y dejara ver un hombre flaco y despeinado, con la pinta de loco que
anticipaba su voz, asomarse apenas por ella. — ¿Facundo?
—Sí, soy yo, señor Montacna, y ellos son Mateo y Germán. Uno
de estos aparatos cayó en el patio de su casa anoche—contesta, señalando al
último mientras él muestra su propio Artefacto Foráneo—…y vinieron a verme hoy—añade,
no necesitando el dueño de la casa oír más para invitarlos a pasar a todos
inmediatamente.
—Debo suponer que las cosas se pusieron bravas, ¿no es así? —contesta
él. El interior de su casa es un despelote de papeles, computadoras, archivos
en carpetas, aparatos extraños, un par de antenas parabólicas más pequeñas, un
gran televisor al que se le hizo alguna modificación para mostrar una imagen
satelital de la casa al lado de una del terreno encima con ninguna construcción
en ella. Claramente una real y la que ven el resto de las personas, o eso
parece.
— ¿Cómo lo sabe? —pregunta Germán, abriéndose paso en un sofá
atestado de libros para poder sentarse. El Sr. Montacna pide sus artefactos y
deposita ambos dos en la mesa al lado del televisor modificado, los conecta a
una computadora, y presiona varios botones antes de responder.
—Bueno, la actividad de su corporación ha aumentado bastante
en las últimas horas. Supuse que algo malo podría haber pasado por lo que
vigilé tu casa y estuve atento a la frecuencia que utiliza la policía para
comunicarse de patrulla en patrulla por si acaso. Sabía que como no habías
venido nunca o lo ibas a hacer ahora o ya no tendrías cómo hacerlo jamás cuando
te atraparan, así que te he estado esperando. Lo que no esperaba es…que
vinieras con compañía. Esto lo cambia todo…
— ¿Molestamos, señor? —preguntas vos, mitad preocupado mitad
ofendido por su comentario.
—No, no, nada de eso… es solo que…creí que pasaría más tiempo
hasta que otro aparato volviera a caer. Apenas un mes es muy poco tiempo,
contando el del caso de Estados Unidos, el de Facundo y el de ustedes, quién
sabe cuánto más pasará hasta que un cuarto caiga, y quién sabe si de verdad
sería el cuarto o un quinto, sexto, décimo o quincuagésimo aparato. Esto me
preocupa…