5 mar 2015

PÁGINA 128

(Viene de la página 65)

— ¿Pero señor…qué son esos aparatos realmente? —pregunta Germán desde abarrotado sillón.
—Bueno, ¿que no es obvio? —inquiere, trayéndoles bebidas frías, como si le hubieran preguntado cuánto era dos más dos. —Es un aparato extraterrestre, un artefacto foráneo proveniente de algún lugar allá afuera—agrega, señalando el techo de su casa—traídos hasta la tierra en algún experimento que quieren realizar los alienígenas con nosotros, para medir nuestra inteligencia, ver de qué somos capaces con ellos. Y el gobierno está encubriendo todo esto porque no quieren que la gente sepa nada acerca de extraterrestres, mucho menos de querer hacerse con la habilidad de teletransportarse o viajar en el tiempo, algo mucho más peligroso que los Kózkoros en sí.

— ¿Más peligroso que los quién? —inquiere de nuevo tu amigo, extrañado.
—Kózkoros. Son una especie de extraterrestres que parecen reptiles enormes, despiden una sustancia viscosa de la piel y son bastante sanguinarios—responde él, confirmándote su locura
— ¿Y usted cómo sabe todo esto acerca de los aparatos y los extraterrestres y todo? —decís

—Yo trabajaba para los federales desde Buenos Aires…hace muchos años. Cuando ocurrió el primer caso del aparato en Estados Unidos, comencé a querer investigar usando sus recursos, llamando e interrogando a contactos y personal de allá. Como yo ignoré la orden de quedarme al margen, como tenían que hacer todos los empleados, fui despedido y se me amenazó para que dejara de meterme en sus asuntos, o sufriría las consecuencias. Viajé a Estados Unidos por mi cuenta, continué mis averiguaciones, visité el lugar donde había caído el meteorito y todo, pero como le hubiese pasado a cualquier civil, fuera de la organización es imposible saber nada sobre el asunto. Es más, ni siquiera desde adentro podías llegar a averiguar algo. El caso, como muchos otros de avistamientos de OVNIs y esa clase de sucesos, se borró del mapa para siempre, y yo volví a mi ciudad y por años desistí de toda búsqueda. 

Conseguí un trabajo de profesor en una escuela secundaria e hice valer mis estudios universitarios, hasta que un día recibí una llamada anónima, de alguien que quería comunicarse conmigo y que le dijera todo lo que supiera acerca de ese suceso. Era de parte de gente que quería hacerle saber a la gente esa información, que tenían un diario clandestino en la internet sobre casos que los gobiernos ocultan, y me pareció que serían tonterías sin sentido…pero insistieron. Terminé contándoles todo lo que supe y me convertí en la principal fuente de información de ese caso. Y cuando creí que todo iba bien en mi vida, que ya no tendría nada que temer y que a pesar de que hubiese dado toda esa información nadie podría saber que yo era quién se las había dado, unos hombres de traje se aparecieron en un automóvil negro en las afueras de mi casa una noche. Me molieron a golpes, me amenazaron a punta de pistola de que no hablara más al respecto o sería la última vez que hablara, y sorpresivamente me dejaron ir. Tendrían que haberme matado si no querían que siguiera hablando…porque ahora es imposible callarme, y menos encontrarme. Entonces fue cuando vi tu blog, Facundo.

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