(Viene
de la página 28)
—Bien. Ahora, como les estaba diciendo, lo primero que tenemos que
hacer, luego de que me cuenten todo, es buscarles a ustedes un refugio. La nota
podría estar en los diarios prácticamente para mañana temprano, pero ustedes
necesitarán un lugar seguro donde esconderse. Luego de que les haga la
entrevista y consiga todo lo que necesito de ustedes, haré unas llamadas para
ver si puedo conseguirles algún…
— ¿Y por qué no nos podemos quedar acá? —Inquiere Germán, mirando al
ahora oscuro apartamento a su alrededor. —Si nadie puede encontrarnos cerca de
este aparato entonces lo más sensato sería…
—Lo más sensato es lo que les diga yo, muchachos. No pueden quedarse
aquí porque al primero que van a venir a buscar es a mí, el escritor del
artículo que vamos a publicar. Además, les dije que este aparato puede
mantenernos ocultos de los federales pero no por mucho tiempo. No es más fuerte
que todos sus satélites juntos. Ahora, concéntrense. Necesito que me digan todo
lo que sepan, todo lo que vivieron, todo lo que les pasó, y que me informen
bien…aunque deben hablar rápido—ordena. Ustedes obedecen, y cuales loros
parlanchines empiezan a relatar todo lo ocurrido de forma veloz, detallada pero
atropellada, necesitando hacer alguna que otra pausa y explicarle mejor las
cosas a Luciano, aunque él no parece marearse ante toda esa data. Les parece
que ha escuchado esa historia antes, y se sorprenden más ustedes tres al
relatarla y realmente caer en la cuenta de lo que les ha sucedido que él al
grabar la conversación y tomar algunas notas.
Pasados unos breves minutos de charla acalorada, cuando creen
haberle dicho absolutamente todo lo que había por decir y explicado todo lo que
podían hasta aparecerse en el elevador hacía –les parecía- instantes; él se
levanta apurado, disca unos números en un teléfono de línea conectado al súper
armatoste en el medio de la mesa, y dice:
—Ya está. Pueden irse. ¿A dónde crees que…?—comienza, pero su
escucha, al igual que él, está tan apurado que lo interrumpe a media frase y lo
continúa cortando mientras siguen hablando. — ¿Y crees que sea seguro que
ellos…? ¿El capitán no tendrá problemas en…? Y, pero también podrían irse al
refugio en… ¿Vos también pensaste en eso? Sí, yo consideré eso, pero si no
tenemos otra opción, quizás… ¿Estás seguro? ¿Dejar que ellos decidan? Ah,
claro…sí, ambas opciones presentan igual cantidad de peligros… ¿Pero y si
nosotros los mandáramos a…? Está bien, aguarda un segundo—culmina, para luego
mirarlos a ustedes, impaciente, y agregar, en tono burlón, irónico y divertido
por la elección que él mismo hace de las palabras que dice; lo siguiente:
—Hemos llegado a la conclusión que ustedes podrían elegir el lugar a
donde irse. Tienen dos destinos: transportarse a un crucero de lujo, o irse a
un refugio en la playa. ¿Qué van a decidir? —Ustedes quedan medio aturdidos
ante la propuesta, pero él realmente quiere que decidan ahora.
Si deciden irse a esa
embarcación de la que les habla, sigue en la página 155
Si, por otro lado, optan
por ir hacia el refugio que les mencionó, continúa en la 161