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Al parecer, la versión antigua de tu amigo sigue observando
el cráter, y no se percata de que ustedes salen y se ocultan entre las plantas
de su jardín, a tan solo metros de él. Entre susurros, ajustan el reloj del
aparato nuevamente y presionan “enter”.
De nuevo una luz los ilumina, hace que la noche se vuelva
blanca por un segundo y enseguida son transportados diez minutos al pasado.
Aparecen, como lo planeado, exactamente en el mismo lugar: ocultos, sentados en
el césped del jardín de Germán, detrás de unos grandes arbustos.
—Bien, la luz de mi habitación está encendida, así que aún no
ha caído el meteorito—dice él.
—Genial, tenemos tiempo. Tú toma el telescopio, yo usaré los
binoculares que estaban arriba de la mesa, ¿te molesta que los haya tomado?
—Pero claro que no, tonto. Ahora busca algún punto que
parezca una estrella pero que se esté moviendo o alguna luz. Si fue de enserio
un meteorito ya tendría que estar enfilado hacia este lugar…
— ¿Qué otra cosa podría ser si no? —le preguntas tú. Tienes
la ligera sensación de que tu amigo está actuando algo raro, pero
inmediatamente piensas que está demasiado emocionado por todos los eventos.
Supones que es normal.
—No lo sé, solo busca…—te dice, lo cual crees que es lo mejor
que podrías hacer. De vez en cuando vigilan al Germán del pasado para
asegurarse de que no los vea sin querer desde la ventana. Él está ensimismado
en la computadora así que parece no ver nada. En el cielo, ninguno de los dos
es capaz de ver nada. A pesar de ser una noche despejada, en el firmamento no encuentran
más que bellas estrellas y la luna en su cuarto menguante. Los minutos pasan.
Ambos están nerviosos, ansiosos por saber algo, por descubrir al meteorito
cruzar el cielo en cualquier momento, pero nada sucede. Hasta que entonces, tu
amigo cree ver algo.
—Teo, ¡allá! —te dice. Inmediatamente apuntas tus binoculares
hacia la parte del cielo que él señala pero no logras ver nada. Él entonces te
deja usar su telescopio y lo ves: un punto azul brillante se hace rápidamente
cada vez más grande en el cielo. Sin duda viene del espacio exterior, no parece
haber otra explicación: aquella máquina del tiempo que tienen en sus manos es
nada más ni nada menos que un aparato extraterrestre…un artefacto foráneo.
— ¿Lo ves? —te pregunta.
—Sí, ahora sí…es muy bello, ¿verdad? —le contestas. Le
permites echar otro vistazo, ya que con los binoculares no se logra verlo bien,
y te da la razón. Segundos después, el meteorito se hace tan grande que pueden
verlo aproximarse con sus propios ojos, casi pareciendo que los va a golpear de
momento a otro.