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— ¿Qué…qué dijiste? —logras mascullar.
— ¡Teo, soy yo, Germán, tu amigo! —Te responde, para luego
mirar a su versión del pasado y decirle— ¿No te reconoces? Soy tú, ¡mírame! — Y
efectivamente, tras las ojeras, la suciedad, el pelo mojado y el aspecto
terrible que tenía, ese en frente tuyo es tu amigo, exactamente idéntico al que
tienes al lado, quien está cada vez más atónito.
— ¿Pero...qué te pasó? —preguntas, conociendo suficiente a tu
amigo como para saber que no está mintiendo y que puedes confiar en él…a pesar
de su dudoso aspecto.
—Es una larga historia, pronto la van a saber cuando les
toque vivirla, pero lo importante es que ahora la versión tuya del futuro, Teo,
y yo, necesitamos su ayuda. Verán, estamos en un grave aprieto, y para salir de
él precisamos un segundo aparato y un poco de apoyo, y no se nos ocurrió mejor
idea que pedírnosla a nuestras versiones del pasado, o sea ustedes. Después de
todo, ¿si no confiamos en nosotros mismos, en quién más podríamos confiar?
Ustedes dos se miran, sin saber qué pensar, pero a pesar de
que parece haber algo raro en el aspecto del Germán del futuro, no encuentran
razón alguna para no ayudarlo. No les inspira desconfianza, sino intriga, pero
no la suficiente como para no creerle, si no como para solo querer hacerlo con
tal de saber más de él, y por tanto más de ustedes; más de lo que tiene para
contarles.
—No puedo creerlo. Hace unos minutos vi a mi yo del pasado, y
ahora estoy viendo a…mi yo del futuro—dice tu amigo, algo sorprendido y
abrumado por todo lo que está sucediendo.
—Lo sé, lo sé. Créeme que no les pediríamos ayuda si no fuera
estrictamente necesario—le responde su contraparte, tras quejarse un poco de su
herida en el hombro que lentamente se tiñe más de rubí, como si hubiese sido
reciente—Pero debemos irnos cuanto antes, no tenemos mucho tiempo—sentencia.
Los tres se reúnen y según sus indicaciones, digitan en el artefacto una fecha
en específica, no más de unos días hacia el futuro, y también usan un comando
distinto para agregar una especie de coordenada geográfica.
—Sí, también puede usarse para viajar por el espacio además
del tiempo…ya habrá tiempo para explicarles, ahora vámonos—termina, y los tres
sostienen juntos la máquina y una luz envolvente los hace desaparecer de la
habitación y materializarse en otro lado un instante después. El lugar donde
ahora se encuentran es mucho más frío que el anterior, y de alguna manera se
siente también más húmedo, sin mencionar lo oscuro que se ve. Sus ojos tardan
unos momentos en acostumbrarse a la luz, pero pronto se dan cuenta de que se
encuentran en una especie de amplio sótano, como si fuese una base subterránea.
— ¿Qué es este lugar? ¿Cómo llegaron a…?—comienzas, mirando a
tu alrededor.
—Les dije que no hay tiempo para explicaciones, Teo.