11 abr 2015

PÁGINA 38


Decidiendo ir hacia la derecha, ustedes dos no alcanzan a dar cuatro pasos seguidos que una explosión repentina a sus espaldas los sorprende. Un fusible estalló justo donde ustedes estaban parados hacía un momento, y agradecen haberse corrido justo y salvarse de ello. Quien no parecía capaz de correr y salvarse era quien dio entonces un grito de ayuda por donde se escuchaban los disparos. Ustedes se impulsan hacia adelante en seguida y se echan a correr como pueden, haciéndose paso entre cables pelados que chispean, porciones destrozadas de la nave, muebles en llamas, faroles, vigas; caos en su máxima expresión. Pronto el pasillo se termina y se abre una escena terrible. La doctora Gerbert está agazapada detrás de un trozo grande de metal y a metros de distancia hay un grupo de horribles Kózkoros disparándole pero sin lograr atinarle. Los extraterrestres no pueden avanzar más cerca de ella por una gigantesca viga y conjunto de escombros que evita el paso, pero se las arreglaron para meter sus armas por donde cupieran y desde allí disparar. Hizo bien la doctora en esconderse, porque a pesar de las dificultades de los verdes enemigos, salir de su refugio hubiese sido y sería ahora una sentencia de muerte. Vos, con el arma en tu mano, hacés lo primero que se te viene a la mente: disparar. Tu pistola larga más proyectiles láser de lo que imaginabas y, casi como si fuera una ametralladora, de tanto disparar y vibrar en tu mano, el arma se desvía un poco hacia arriba y la porción de techo sobre sus cabezas se desmorona y la viga se termina de desprender.

Cuando la doctora es libre para salir de su refugio, ustedes aprovechan el derrumbe y el estruendo del metal doblándose y cayendo sobre los Kózkoros y escapan por un lugar que ella señala. No hay demasiado tiempo para agradecer o preguntar qué está sucediendo, porque justo cuando creen que están lo suficientemente lejos del grupo de verde reptiles como para planear algo, otra explosión estalla a solo metros de ustedes y abre un pasadizo entre un nivel inferior en la nave y ese donde ustedes están. El agujero comienza a expandirse cuando el peso de ustedes tres vence las vigas recién pulverizadas y sucumben ante la sacudida y la inclinación. Primero resbala la doctora, pero Germán toma su mano para no que se caiga y vos tomás la suya para que él tampoco lo haga, pero los tres pesan demasiado. Lográs aferrarte a un cable colgante del techo y hacer palanca con tus piernas para no caerte, pero no crees poder aguantar mucho tiempo.

A pesar de un esfuerzo sobrehumano de tu parte, es imposible sostenerlos a los tres y el cable se termina resbalando de tu mano causándote una horrible quemazón. “Nada tan horrible como lo que nos puede pasar ahora”, pensás mientras instintivamente los tres gritan al caer hacia la penumbra. A pesar de todo, no era una caída muy pronunciada, y si bien se dan un buen golpe contra el piso metálico inferior y hasta caen unos sobre los otros, logran sobrevivir. “Por el momento”, agregas en tu cabeza. Una afirmación bastante acertada. Se ponen de pie con mucha dificultad, todos quejándose por algún dolor distinto. Vos te hiciste muy mal la rodilla derecha contra el metal, y tu cabeza golpeó contra algo muy duro en la caída. Está oscuro allí, pero pueden guiarse por los sonidos. Detrás de ustedes suenan las voces guturales de los Kózkoros, pero confías en que no estén muy cerca.


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