11 abr 2015

PÁGINA 116


De la conversación entre Ulises y el señor Montacna se terminó decidiendo que irían todos a Estados Unidos lo antes posible. Vos y tus amigos no están muy de acuerdo con la idea, ¿pero habría algo que pudieran hacer realmente? Cuando tus enemigos son tan poderosos y tienen tanta omnipresencia, es difícil resistirte a su accionar. Más lo es aún cuando no tenés otra alternativa. Así es como, en cuestión de minutos, los cinco se disponen a partir (no sin que sus objeciones se escuchen, aunque poco efecto causen); y cómo en un abrir y cerrar de ojos el Artefacto Foráneo los transporta hacia allá.

Dónde se aparecen es lo que parece un cuartel general. Está abarrotado de gente, humo de cigarrillos, planos, computadoras, y demás cosas que los marean de solo verlas. ¿Dónde estaban?

—Esta es la sede, chicos. Todos los que estamos detrás de este misterio nos reunimos acá—les susurra el señor Montacna, para luego ponerse a hablar en fluido inglés con las demás personas que lo reciben. Parece un sótano en la mitad de la nada, según ven desde una ventanilla cerca, pero se ve bastante organizado dentro del caos de gente que hay. Luego de facilitarles una taza de café, puesto que es invierno allí y está bastante fresco, Ulises se ocupa de informarles a ustedes lo que está discutiendo el grupo. Una tormenta de datos se les es facilitado, explicándoles dónde estaban, qué habían hecho y qué harían de allí en más. Se encontraban todos en un campo alejado de una ciudad, en el medio de un monte repleto de árboles. Supuestamente había una serie de túneles que conectaban partes de la ciudad hacia ese recinto, aunque todo eso te resulta bastante alocado como para ser cierto. Lo que sí sonaba verosímil, era que se estaba tranzando un plan, y con muchas opiniones yendo y viniendo, tratando de decidir qué hacer. Había un grupo de alrededor de veinte personas trabajando con computadoras, un puñado de Artefactos Foráneos como los de ustedes, y otras máquinas de las que no tenían idea de qué eran. Ulises los deja tras un momento y se une a ellos rápidamente, ayudando en todo lo que le es posible. De tan solo imaginar la cantidad de cosas que podrían hacer todos esos hackers juntos te da un escalofrío. Cuando creen que ha pasado una hora de discusiones, planteos, cómputos y muchas otras cosas difíciles de entender, Ulises se acerca de nuevo a ustedes y les traduce lo que uno de los líderes, un hombre de aspecto irlandés y acento marcado, se pone a informar a toda la organización.

—Se ha llegado a la conclusión de que deberemos mantenernos en silencio por un tiempo más. Es evidente que la guerra ha comenzado, pero no hay que enloquecerse. Aún así, que no actuemos masivamente no quiere decir que nos vayamos a quedar de brazos cruzados. Prepararemos un segundo golpe, más grande aún, en cuestión de setenta y dos horas…según calculamos. Es probable que detecten la ubicación de algunas otras oficinas, pero el equipo tecnológico trabaja para mantener a salvo este cuartel. Son bienvenidos a quedarse durante estos días, o volver a sus casas si así lo prefieren. Es importante, sí, que mantengamos más que nunca nuestros perfiles bajos, al menos hasta el segundo golpe. No será fácil lo que les estoy pidiendo, pero…

— ¡NO! —gritan varios hackers a la vez, golpeando sus computadoras o agarrándose de los pelos.


PORTADA

PORTADA

CONTRAPORTADA

CONTRAPORTADA