14 mar 2015

PÁGINA 99

(Viene de la página 13) 

Le decís a Germán que preferirías arriesgarte a ir con Facundo, ya que lo que hay por ganar si él dice la verdad es demasiado importante como para dejarlo ir, y ambos saben que tarde o temprano los van a capturar. Lo mejor sería, en tu opinión, intentar planear alguna estrategia con nuevos aliados para asegurarse que sus familias vayan a estar bien cuando pase todo lo que tenga que pasar, que quedarse a esperar a que los secuestren sin la menor seguridad de que sus seres queridos vayan a estar bien. Valía la pena intentarlo. Acuerdan con tu amigo que lo mejor sería ir ahora, ya que ambos están descansados tras ocho horas de sueño y cuanto antes actúen, más chances tendrían; y tras meter el Artefacto en una mochila grande, salís de tu casa por la puerta de atrás, sin molestar a nadie, y enfilas para la plaza. Germán se te reúne cuando pasas cerca de su casa, y ni bien te ve, te dice despacio: “¿Le dejaste dicho en su blog que iríamos ahora?”.

—Sí. Calculo que lo vamos a tener que esperar un momento, pero él seguro esperaba que fuéramos ahora—le respondes. No tienen mucho de qué hablar en el trayecto hasta la plaza. Están nerviosos, expectantes, preguntándose por dentro miles de cosas pero no dejando que esas ideas salgan al exterior. Ustedes llegan al punto de encuentro y lo hayan solitario. No hay ni un alma alrededor, al menos ninguna que ustedes escuchen. De pronto, tras una espera que se les hizo amena en compañía del otro, Facundo aparece por fin con su Artefacto Foráneo, idéntico al de ustedes, y vos y Germán van a su encuentro. Luego de las  presentaciones, ambos escuchan lo que él tiene para decir:

—La cosa es así: conozco a un tipo que está en contra de los federales desde hace años. Hablé un par de veces con él, y me dijo que si alguna vez me metía en un lío fuera a su casa porque él sabría qué hacer. Cuando ustedes usaron esos dos aparatos, inmediatamente pensé que necesitaríamos la ayuda suya para distraer la atención de los militares. Uno no les suele dar demasiada importancia, hasta que llegan y hacen de las suyas. Nos deben estar buscando en este preciso momento, chicos, así que hicieron bien en venir. Lo que vamos a hacer ahora es usar un solo aparato para trasportarnos los tres a la casa de este tipo, Samuel se llama. Allá él sabrá decirnos bien qué hacer para que nos dejen en paz al menos por ahora. ¿Les parece bien?
Las cabezas de vos y tu amigo son un torbellino de preguntas, pero piensan que ya habrá tiempo para resolverlas. Acceden a hacer como él dice, y Facundo escribe unas coordenadas en su aparato para irse de inmediato. Esperando no haber tomado la decisión incorrecta, ustedes se acercan a él y antes lo que puedan imaginar, se encuentran siendo absorbidos por una luz cegadora: el poder del aparato succionándolos hacia la dirección ingresada. Lo siguiente que ven es una reja frente a ustedes, y un cartel que dice “NO PASAR”. Facundo recorre unos metros el alambrado en el medio de la oscuridad de la noche, y de pronto encuentra lo que quería: la entrada al lugar. Detrás de las ramas de una planta de tamaño considerable hay un agujero en el tejido que les permite pasar agachados hacia el otro lado. Una vez superado el obstáculo, y trayendo consigo los dos aparatos, los tres observan qué era lo que resguardaban las rejas: un montón de depósitos, cual galpones, acoplados uno al lado del otro. Escuchan el suave murmullo de unas olas en las cercanías, como si estuviesen en un muelle o algo por el estilo. ¿Qué tan lejos los habrá llevado el Artefacto Foráneo?


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