23 mar 2014

PÁGINA 77


A pesar de que lo de viajar en el tiempo te preocupa por lo peligroso que ha probado ser y ya te tiene un poco cansado, algo te dice que es la única opción que puede dar resultados, y con Facundo logran convencer a Germán y se ponen manos a la obra. Procurando mantenerse ocultos dentro de la casa, en silencio y atentos a cualquier cosa que pudiera pasar mientras, logran configurar el artefacto para que los lleve veinte minutos al pasado y presionan el botón indicado que los deja allí. En los comandos habían programado también que el artefacto los transportara unas cuadras hacia la ciudad, para alejarse de la casa y tener un margen de espacio suficiente para boicotear la llegada de la familia Rosier y aún así poder espiar a los policías en la casa, y se encuentran contentos de que los dejara donde habían indicado. Este tiene que ser el final, te decís. Luego de esto y asegurarse de que la familia llegue a salvo a su casa y no sufran ningún daño ni queden relacionados de ninguna manera con el Artefacto Foráneo, vos y tus amigos tienen que volver a casa. Estás esperanzado porque crees que así es como van a ser las cosas y que nada podría salir mal… ¿pero sería así? Depende de ustedes, de cómo resuelvan esta última pieza de este tan complicado rompecabezas, por lo que decides tomar un poco la iniciativa y motivar a tus compañeros.

— ¿Pueden ver a la familia acercándose con el auto? —Pregunta Facundo, espiando desde un enorme arbusto reseco. A pesar de que al principio no ven nada, una luz comienza a acercarse en las lejanías y ustedes comprenden que no puede ser nadie más que ellos.

— ¡Es ahora o nunca! —Les gritas vos, y comienzan a trabajar. Habían robado de la casa unos vasos de vidrio de un anaquel en la cocina, por lo que tras darlos contra el pavimento y cubrir una gran porción de la calle con vidrios rotos y piedras de los alrededores, crean un escenario que esperan sea propicio para una pinchadura. Tienen cuidado también de tirar en el medio del camino unos arbustos arrancados del suelo y asegurarse de que parezcan caídos allí naturalmente, para que al menos, si no pinchan una goma tengan que detenerse a correrlos del camino. El siguiente paso es el más difícil de todos: esperar. La familia se acerca por la carretera y pareciera que no lo hace lo suficientemente rápido, pero tras unos minutos que se les hacen eternos, el auto se acerca, se percata muy tarde de los obstáculos y pasa por encima de los vidrios y las piedras como si nada. Para su sorpresa, el señor Rosier, incluso maldiciendo en inglés y sacando la cabeza por la ventanilla, no se detiene de inmediato, si no que avanza. Luego sí se detiene y se pone a revisar las llantas, que con total seguridad se han pinchado, y ustedes intercambian unas miradas y sonrisas de triunfo, pero algo te dice que no todo ha salido tan bien. ¡Y no—piensas— ¿cómo se me ocurre que hoy algo nos puede salir bien, por más que sea una sola cosa?! Pero por un momento no pasa nada. La familia se queda detenida allí, viendo qué pueden hacer con cuatro gomas pinchadas, y los policías comienzan a salir de la casa. La familia seguramente preguntará qué sucede cuando pasen por allí, pero una vez que los otros se hayan subido a sus coches y dispuesto a marcharse de allí con todas las evidencias borradas, ¿se detendrán a explicarles algo a los dueños de la casa que acaban de allanar? Pareciera que…no.


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