9 mar 2014

PÁGINA 29


—Tranquilo, muchacho, tranquilízate. Todo estará bien. La Alianza Galáctica y la Corte del Sistema 91 han atravesado por varios casos similares y entenderán la situación de confidencialidad que deberán manejar al encargarse de ustedes y sus familias. La Tierra no es el único planeta que cuya mayor parte de habitantes desconocen la existencia de vida en otros planetas y nos hemos visto en la necesidad de actuar de incógnito antes. No es lo más bonito y seguramente que es bastante complicado, pero bueno…situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas—te explica. A vos esto te logra tranquilizar un poco aunque siga sonando demasiado extraño, pero la manera que tienen allí de tratarte, el aspecto de la tripulación, te obliga a confiar en ellos. Después de todo, estás en el espacio exterior, lejos, muy lejos de casa; y si no confiás en esta gente que pretende ayudarte, ¿en quién lo vas a hacer? ¿En los extraterrestres? Te dan un momento para que pienses en la propuesta de ir a declarar a la corte esa y vos lo consideras. Sabes que es raro, irreal y hasta te da algo de miedo, pero de nuevo… ¿qué otra opción tenés? Quizás no es tan malo y hasta podes llegar a hacer el bien y evitar que esto les pase a otras personas no solo en la Tierra sino en el Universo. Estarías, de algún modo, salvando al planeta, ¿no? ¿Qué mejor solución para todo este asunto que eso? A lo mejor te ganas una medalla, un premio, o una mención, ¿quién sabe? Seguramente es mejor que negar que todo esto está sucediendo y exigir cosas cuando no eres quien tiene la situación bajo control.

—Está bien, iré—sentencias con confianza. El Capitán Jefferson y la doctora Gerbert sonríen satisfechos y se disponen a marcharse para dejarte descansar un poco más, pero vos no terminaste de hablar. —Esperen. Me gustaría ver a mi amigo antes, si no es…mucho pedir.

—Seguro, seguro. Vas a tener que pasar por un leve chequeo de tus signos vitales y tus funciones cerebrales y motrices antes de poder dejarte caminar solo por la nave con todo lo de la gravedad inducida y eso pero descuida, pronto todo volverá a la normalidad y ya no tendrás que preocuparte por todo esto—te contesta la doctora. Tras decirle cuántos dedos levantaba, qué números aparecían en la pantalla y otras pruebas así de sencillas, y una verificación de que pudieras extender todas tus extremidades, estirarte, y responder a estímulos, te dan el alta. Vos te tomaste todo aquello con calma y fuiste paciente porque no querías que en el apuro te fueras a lastimar, pero te sirvió para despertar el cuerpo y sentirte incluso mejor que antes. Cuando te dejaron solo para usar el baño y vestirte con un traje muy similar al de los soldados pero que era usado por los demás tripulantes de la nave, te aseguraste de lucir presentable y saliste al pasillo. Te guiaron a través de unas muy pulcras y etéreas habitaciones hasta que por fin diste con la indicada, aquella en la tu amigo Germán yacía reposando con los ojos cerrados, la misma clase de mascarilla que te habían puesto a vos y conectado al suero que reposaba en un soporte al lado de su camilla. ¿Así te veías vos hacía media hora? Vaya que tenían razón para sorprenderse de que vos hubieras despertado tan ponto. Si no fuera porque un aparato al lado de su camilla muestra que su corazón sigue latiendo con regularidad, parecería como si ya estuviera…bueno, muy mal. Les pedís al Capitán y a la doctora que te dejen solo un momento con tu amigo y ellos acceden. 


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