— ¿O si no qué, niño bonito? —Le
dijo con veneno en su voz. — ¿Vas a engañarnos de nuevo con esos trucos de
luces e ilusiones ópticas? Habrán asustado a mis hombres pero a mí no. Y ahora
que saben lo que fue todo ese estúpido acto de magia que tan mal les salió,
¡espero que muestren un poco de más valor frente a estos tres ladrones! —Ordenó.
Creyera o no en lo que ustedes hicieron para escapar con el Artefacto, ahora
los ha pintado frente a todos los oficiales como algo mucho menos peligroso
y…algo patético. Y desgraciadamente, los uniformados dejaron de temblar y
tenerles miedo. Ahora los miran como si fueran… — ¡Ladrones! ¡Nada más que eso
son: unos niños que se pasaron de listos y nos jugaron una trampa muy
elaborada! Pues adivinen qué, chicos…hasta aquí han llegado—sentencia, y las
armas de todos se alzan frente a ustedes detrás de la del oficial a cargo.
—Devuelvan
eso que nos robaron por las buenas, ¡o lo tomo yo de sus frías manos muertas!
— ¡Hey hey espere, oficial,
espere! —Le grita Germán, dando un paso adelante. —No hay necesidad de que
usemos la violencia, señores, todo esto puede solucionarse si…
— ¡No te di permiso para que
hablaras, sabandija, así que más te vale que obedezcas y me des…!
— ¡¿Por qué tenemos que darle
nosotros algo a usted?! —Interrumpe Facundo desde detrás. Él avanza un paso y
acorta los metros que separan a Germán del oficial, imponiéndose pero aún
escondiendo el artefacto con una mano detrás, en su espalda. — ¡Intentamos
pedirles que se fueran por las buenas, pero si no quieren cooperar, ustedes van
a ser quienes lo lamenten, ¿escucharon?! —No te parece que sea bueno amenazarlos,
pero seguramente continuar rogándoles que se marcharan no iba a dar resultados
tampoco. ¿Cuál sería un buen plan? Facundo continúa con sus órdenes y pasos
seguros — ¡Ahora váyanse de inmediato de este lugar y dejen a esta familia
tranquila, o van a ver de lo que somos capaces nosotros! ¿Qué se piensan, que
todo lo que hicimos hace un rato fue teatro? No sean ilusos, no tienen idea de
lo que somos capaces.
— ¡Vaya, miren quien de repente
decidió tomar las riendas de la situación! —Se burla el oficial a cargo. Un par
de sus comandados carcajea como él, pero Facundo no pierde la decisión. —
¡Nosotros tenemos armas, nene! ¡Pistolas, balas que te atravesarían la cabeza y
te arrancarían un ojo en un segundo! ¿Qué te crees que sos, un payaso con un
truco tan divertido que me haría reír hasta morirme? ¿Por qué no te dejas de
tonterías y me das eso que tienes escondido detrás antes de que me hagas enojar
de verdad? —Dice el oficial, pretendiendo intimidar. A vos te hace preguntarte
si esto va a terminar bien, pero el señor Rosier, el padre de la familia, se
pone a preguntar en su idioma y con voz de enojado qué es lo que está
sucediendo y el oficial se detiene a contestarle, dándote tiempo a vos y a tus
amigos a charlar entre ustedes.
—Esto se nos está yendo de las
manos, chicos. Quizás sería mejor que…nos valláramos ahora que tenemos la
oportunidad—dice Germán. No es, en tu sincera opinión, la peor de todas las
ideas.
— ¡Pero no podemos irnos ahora,
tenemos que asegurarnos que la familia quede a salvo!