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— ¿Listo? —Te pregunta, y no aguarda mucho como para que
formules tu negativa— ¡A la una, a las dos y a las…tres! —Termina, tomándote de
la mano con su brazo sano y obligándote a sostener el artefacto con una sola
mano, mientras primero sale él por la puerta y luego vos. Lo que ves es similar
a un simulacro militar de persecución en pleno movimiento, con la diferencia de
que…era totalmente real. Es un frío, helado paisaje, que hela el cuerpo desde
que das la primera bocanada de aire afuera. El terreno es húmedo, como si
hubiese llovido recientemente, y hay barro por doquier. Apenas salen, los
numerosos grupos de soldados que se movían en conjunto de aquí para allá,
armados, registrando cada lugar que pudieran, los ven inmediatamente y
exclaman: “¡allí están, atrápenlos!”, a lo que esa versión futura de Germán
responde solo para ti: “¡corre!”, y no puedes más que obedecer. En dirección
contraria, circundando el búnker en el cuál se encontraban tu versión del
futuro y tu amigo del presente, ustedes dos corren, con el herido muchacho
guiando la marcha. La distancia entre los militares y ustedes, si bien los
superaban muy ampliamente en número, era considerable, y habían llegado hasta
el límite del fuerte sin que siquiera los pudieran ver. Le haces pie al Germán
alternativo para que trepe por la muralla de hormigón, y recién cuando te das
la maña para llegar hasta la cima del muro los oyes gritar: “¡están escapando!”,
pero es tarde. Vos y tu nuevo compañero ya están afuera.
Continúan corriendo por la fría, húmeda y extensa llanura
embarrada que se les presenta afuera, y ahora que están, al menos por el
momento, seguros en la intemperie, te permites preguntarle:
— ¡Y ahora, ¿qué hacemos?! ¡En cualquier momento van a llegar
los coches militares!
— ¡Por acá, rápido! —Solo responde, y continúa su camino.
Siguen corriendo en lo que parece ser una llanura interminable, aunque la
vegetación se hace más y más abundante a medida que salen del área de los
búnkeres. Hay una cantidad de árboles que pueden ser contados con la mano,
luego plantas y arbustos por doquier, y luego están en un monte, en un bosque
intenso, inhabitado, inhóspito, imposible de cruzar. Los sonidos cambian
también de manera muy repentina. Antes era gente corriendo, extraños cañonazos
muy a la distancia, como si una guerra se estuviera produciendo en algún lugar,
luego fue solo el ruido de sus respiraciones entrecortadas, de aspiraciones de
aire helado, de sus propias pisadas sobre el césped mojado, sobre el lodo
resbaladizo. Ahora son insectos, algún río o fuente de agua corriendo cerca,
ocasionales pájaros y…y…los automóviles. Ni bien se adentraron en la espesura
del bosque, el ruido de los coches militares se comenzó a hacer aplastante, a
sentirse en la tierra bajo sus pies.
Se adentran en las profundidades del monte. Los coches se han
detenido en sus límites, incapaces de avanzar más. Los militares se han bajado,
y los comenzaron a correr a pie, armas en mano. El artefacto foráneo ya pesa en
tus manos, e intentas con todas tus fuerzas de respirar entre tus temblores de
frío, tus nervios y miedos que te agitan más que tu esfuerzo físico, y lo poco
que ves a tu avance detrás del Germán del futuro. ¿Podrían las cosas estar
peor? Tú solo sigues corriendo.
Continúa en la página 50