Pronto las últimas cobran más fuerzas, hasta que son las
únicas que pueden ver. El mundo entonces deja de girar y todo se vuelve
inmóvil, normal. Por alguna razón te dejas caer en el suelo, incapaz de
entender o creer en lo que ves. Facundo, Germán y vos están los tres parados al
costado de una ruta en el medio de un amplio desierto arcilloso, con montañas a
la distancia, el sol poniéndose y lo que parece un pequeño poblado a tal vez un
kilómetro. Respirando ese aire los tres logran calmarse; ya no hay peligros, no
hay nada que temer, aunque tampoco hay nada cierto.
— ¿Qué…qué es…?—comienza
Facundo, atónito. Ninguno puede creer lo que pasó, puesto que ninguno sabe a
ciencia cierta qué creer.
— ¿Alguno sabe dónde estamos? —preguntas, pero como nadie
sabe qué responderte, deciden que seguramente algo habrá pasado con el
artefacto que en su descontrol los envió a alguna parte de la Patagonia o quizás
al norte, en Salta o Jujuy. Ya tranquilos, avanzan a pie hasta el poblado
cercano esperando averiguar dónde se encuentran y armar un plan para volver a
casa. Piensas que tus padres te van a matar si se llegan a enterar de los lejos
que te has ido sin su permiso, o de los problemas en los que por poco te metes.
Todos concuerdan, mientras caminan, que seguramente antes de destruirse, el
aparato debió haber hecho una última treta y los envió lejos. Sólo esperan que
los policías no hayan encontrados restos de ninguno de los dos artefactos y que
no tengan pruebas para declararlos culpables, aunque la página web de Facundo
pueda llegar a ser prueba suficiente. Para cuando se acercan al pueblo, ya
todos parecen haber olvidado la locura de hacía momentos atrás, y la calma
vuelve por sí sola, a pesar de la confusión y de la desorientación.
Tras buscar por un negocio entre las casitas del primer
barrio que ven, entran en el primer kiosco que ven. No le prestan atención al
nombre en el cartel, ni a la pequeña radio que emitía a un hombre hablando. De
haberlo hecho, el siguiente suceso no los hubiese sorprendido tanto.
—Disculpe señor, mis amigos y yo nos perdimos, ¿podría
decirnos dónde estamos? —comenzó Facundo, a lo que el vendedor de bigote
prominente primero miró confundido y luego dijo:
—Excuse me, son, what did you say? —Anonadados, ustedes se
dan cuenta de que se encuentran muy lejos de casa: ese hombre que tienen en
frente no habla español. Germán logra entonces hacerle un pregunta gracias a
asistir a clases particulares de inglés, y algo les da una pista para sospechar
la respuesta que él dirá, pero de igual manera logra asombrarlos. No necesitas
saber el idioma para entender que él claramente respondió “Arizona, Estados
Unidos”, pero debe de haber sido un error.
— ¡En Estados Unidos, chicos! … ¿saben lo que eso significa? —pregunta
Facundo. Antes de que ustedes dos puedan responder él le hace entender al
vendedor si sabe qué día es hoy, y él le responde de nuevo algo que hasta tú
logras entender: 18 de Julio de 1980.
— ¡Viajamos al mismo tiempo geográfica y temporalmente! —les
dice Facundo.