Has decidido, a pesar de los peligros, que lo mejor que
puedes hacer para evitarte problemas es destruir ambos aparatos, por lo que se
lo comunicas a Germán y Facundo y ambos terminan estando de acuerdo contigo.
Estás convencido de que éste aparato, por más útil que parezca y a pesar de
tener por sí mismo mecanismos de defensa y para ocultarse, podría ser rastreado
por ciertas organizaciones y eso te podría llegar a poner en peligro a ti, a
tus amigos, a sus familias y a tus seres queridos, por lo que lo más sensato es
deshacerte de él antes de que sea demasiado tarde.
—Está bien…tenemos que destruirlos… ¿pero cómo lo haremos? —te
dice tu amigo.
—No sé si debamos hacerlo, pero bueno…dije que lo haría y lo
haré…—se resigna Facundo.
—Podríamos arrojarlos al agua—sugieres, viendo la piscina del
otro poseedor del aparato.
— ¿Y qué tal si estallan? No tenemos idea si son como cualquier
máquina terrícola, quizás hasta sea probable que sean inmunes al agua…—dice tu
amigo. En ese momento comienzan a oír sirenas de la policía en la lejanía. Te
preguntas si tendrá algo que ver con ustedes, pero no eres el único que lo
duda:
— ¡Oh, Dios! ¡Ya nos vinieron a buscar, es demasiado tarde! —grita
tu amigo Germán.
—Hay no seas tan dramático, se escuchan lejos…—le consuelas,
aunque ese sonido no se apaga en ningún momento y a todos están afectándoles
los nervios. Por alguna razón todos se quedan escuchando en silencio,
expectantes. El sonido se hace ligeramente más fuerte…
—Se escuchan más fuerte, chicos, ¡¿qué vamos a hacer?! —se
preocupa Facundo.
— ¡No me importa lo que suceda, no dejaré que nos atrapen!—enloquece
tu amigo. Frenéticamente toma de tus manos el aparato que había encontrado él
mismo la noche anterior, corre hasta la piscina y lo arroja con todas sus
fuerzas hasta el fondo. Ustedes dos corren tras él por instinto, pero ya no hay
nada que hacer. De inmediato, como si eso hubiese provocado una reacción de
autodestrucción, el aparato estalla al menor contacto y lanza a raíz de esto
una enorme cantidad de agua a volar por encima del techo de la casa hacia todas
direcciones. Como si un chaparrón hubiese caído sobre ustedes y se hubiese
desvanecido al instante, quedan mojados y sus ropas goteando, pero es lo que
menos les preocupa por el momento.
— ¡¿Estás loco, Germán?! ¡Mira lo que hiciste! —le gritas
alterado. El sonido de las sirenas no se ha detenido, al contrario, se ha hecho
insoportable. Ya no hay nada que hacer: sin duda están en la casa. Tu amigo te
mira aún nervioso, preso del miedo; Facundo tampoco está mejor. La
desesperación se apodera de todos. Las sirenas se han detenido en frente de la casa, se escucha un lejano
sonido de un helicóptero y pasos en la entrada. Las cosas van de mal en peor.