Como sientes que ir a la casas de ese sospechoso chico podría
llegar a resultar peligroso, convences a tu amigo de que lo mejor es quedarse
allí en su casa. Al no encontrar más información en la computadora, ya que no
se especificaban muchas cosas, ambos se quedan sentados en el escritorio de la
habitación de Germán, mirando el artefacto proveniente, quizás, de otro
planeta. En esa especie de calculadora gigante de muchos botones, los números
en la delgada pantalla bailan y oscilan sin cesar, y hay símbolos y caracteres
que no comprendes y no crees que sean terrícolas.
—Yo estoy convencido de que es un aparato extraterrestre…me
convence más que tu idea de que sea un plan secreto de la CIA o un experimento.
Y sigo pensando que quizás sería mejor si fuéramos a esa dirección. Alguna vez
pasamos por ahí, si no me falla la memoria, y no recuerdo haber visto una
oficina de policías, una agencia de detectives secretos del gobierno ni nada—te
dice tu amigo, sentado a tu lado.
—Yo no dije que fuera eso, dije que la página parecía
sospechosa y que no creía que verdaderamente ese chico fuera un chico, sino que
tenía pinta de ser un hombre en un traje con un arma y un séquito de oficiales
más. ¿No lo imaginaste así? ¿Qué tal si hubiésemos ido a su casa? Probablemente
dentro de un rato nos estarían poniendo presos a nosotros, a nuestros padres y
nos enviarían a la cárcel de Guantánamo—le dices, exagerando tu opinión para
convencerlo de tu teoría.
—Bueno quizás tendría que haberlo pensado dos veces…es
posible que haya sido un chico pero a la vez ir a la casa de un extraño y
empezar a decirle cosas sobre meteoritos y aparatos del espacio no sería buena
idea…quizás hubiese llamado a la policía y de una manera u otra terminaríamos
como tú dices—reconoce.
— ¿Lo ves? Ya está, estamos a salvo, ya cerraste esa bendita
página y no van a poder rastrearnos si no vuelves a entrar. Ahora hagamos algo—le
propones a tu amigo—probemos tocando algunos de los botones…quizás sea un
videojuego espacial, o reproduzca hologramas o algo por estilo.
—Espera, ¿crees que sea seguro hacerlo? Mira si no es éste mismo
un aparato de rastreo que utiliza la CIA. Apuesto a que no habías pensado en
eso, ¿eh? —te retruca.
—No creo…vamos, si tú también te mueres por ver que hace,
probemos—le dices, sabiendo que lo estás por convencer—No va a pasar nada—agregas.
Él te mira y piensa en las posibilidades que le dijiste y se emociona de solo
imaginar de lo que ese aparato es capaz.
—Está bien, pero despacio, no queremos descontrolarlo
demasiado…
Tú y tu amigo examinan los símbolos y números que marcan los
botones y presionan uno que hace detener la oscilación de los caracteres de la
pantalla.