9 mar 2015

PÁGINA 50


Avanzar se ha vuelto muy trabajoso, y el artefacto pesa más que nunca en tu mano, producto del cansancio. Las pisadas de los militares se sienten detrás de ustedes, y tras unos momentos alrededor. No solo están más cerca de lo que pensabas y corren más rápido que ustedes, si no que los están comenzando a rodear. Podrías jurar ver los cañones de sus armas en las copas de los árboles, entre ramas a la altura de tu rostro, entre arbustos cerca de tus pies, en todos lados. Supones que debe tratarse de tu imaginación…aunque sabes que más que una suposición es un deseo. Vos solo continúas corriendo. De pronto te detienes un segundo a mirar un árbol en particular, familiar, y sigues corriendo hasta que comienzas a pensar, ya teniendo otras sospechas en una roca de forma irregular y haber visto ese gran nido de pájaros antes, que están corriendo en círculos. No puedes ocultar tu preocupación y necesitas decírselo a Germán.

—Hey, ¿estás seguro que vamos bien? Me parece que estamos yendo en círculos.

—Es difícil ubicarse entre tanta vegetación, pero debemos estar cerca—te contesta, a lo que vos traducís en tu mente como “me perdí, pero creo que es por este lado”. Nada más cercano a la realidad. Vos continuas corriendo, sumido en tus preocupaciones, intentando ubicarte entre la maleza, aunque sospechas que es imposible saber si por dónde estabas corriendo no es por donde ahora te encaminas. Lo que oís es el constante jadeo de tu respiración y la de tu compañero por delante de ti, el zumbido constante de insectos, y lo que te parecía un susurro de viento o del avanzar paralelo, y gracias a Dios no perpendicular, de los militares a tu alrededor. Pronto entras en la cuenta de que eso no es más que el correr del agua que te había parecido sentir antes, un río o un arroyo al que vos y Germán se están aproximando paso a paso, y comienzas a preocuparte de que ya que es tan tupida la vegetación, no se enteren de que están a un paso de caer en él hasta que no se hagan paso entre las últimas ramas. Afortunadamente, el afluente se abre ante ustedes tras un minuto más de avance, ya cuando el murmuro del correr de sus aguas era evidente, y se presenta como una posibilidad de escape: hay un bote a unos diez metros suyos, amarrado a un árbol y con dos remos descansando encima. No parecen aguas muy profundas, y crees que no podría costarles mucho pasar nadando para llegar a la orilla que no se presenta demasiado lejos, aunque confías que debe estar helada como el agua polar, y está el asunto de que el Artefacto Foráneo seguramente no podría entrar en contacto con el agua sin estropearse. Las pisadas de los militares se escuchan, al igual que sus voces, en las cercanías. No van a tardar mucho en llegar, por lo que hay que hacer algo inmediatamente.

— ¿Qué hacemos? ¿Por dónde hay que ir? —le preguntas a Germán, mirando río arriba, río abajo hacia el bote y a la orilla opuesta. Él mira a un lado y al otro, luego hacia por donde habían venido y dice dubitativo: “No sé…se supone que este río no estaba acá, o no fuimos por dónde debíamos”. Eso significa que hay que tomar una decisión…y rápido. Elige con prudencia.


Si quieres ir con ayuda del bote río abajo, ve a la página 22

Si eliges cruzar a la otra orilla nadando, continúa en la página 110

Si prefieres intentar seguir tu camino río arriba, sigue en la 62

PORTADA

PORTADA

CONTRAPORTADA

CONTRAPORTADA