Él comienza a caminar hacia la
casa y ustedes no pueden más que seguirlo. Percibes, primero sin querer y luego
buscándole un motivo, que no hay ningún camino, ni tranqueras, ni automóviles,
ni sendas en las cercanías. Quien sea que vive allí está en el medio de la
nada, sin comunicación con el exterior. Aunque cuando te pones a pensar, esa
enorme antena parabólica que se encuentra instalada en el techo de la casa debe
tener su propia función, algo relacionado con la comunicación, sin lugar a
dudas…pero aún así, de poder comunicarse, ¿con quién lo haría, cómo le traerían
las cosas que necesita si él no podía ir a buscarlas? ¿Cómo vive esa persona
aislada de todas las demás, en el medio del desierto?
—Pero, ¿a qué te referís con “un amigo”? ¿Es seguro venir
acá? —le pregunta Germán.
—Bueno, no lo conozco en persona, pero hablé con él, me pasó
su dirección, me dijo que si quería averiguar más sobre mi aparato me podría
decir muchas cosas, y me explicó como transportarme hasta su casa o cualquier
lugar que yo quisiera. Nunca intenté venir porque, bueno…en su momento lo vi
tan sospechoso como ustedes lo pueden estar viendo ahora. Pero supongo que ya
que acá no hay patrulleros, ni señal de peligro…no fue una mala decisión venir,
al menos por el momento.
— ¡Facu, ¿sos loco vos?! ¡Mirá si nos transportabas en el
medio de una comisaría, o en una base militar, o en un edificio de la F.B .I.! —le gritás,
repentinamente enojado—Si nunca viniste, ¿cómo podés estar seguro de no había
peligro? ¿Y si nos mandabas al frente?
—Bueno, cálmense, che, que están vivos ahora gracias a mi.
Obviamente que me fijé dónde conducían las coordenadas que él me dio en la
computadora, y vi que me guiarían hacia acá, al medio de la nada. Sabía que
podía ser una trampa, siempre lo tuve en cuenta, por eso pensé que debería
probar las coordenadas solo en una emergencia. Y así fue como lo hice. Chicos,
todo aparenta ser cierto—dice, mientras la caminata los deja a tan solo metros
de la casa y pronto se tendrán que detener—En la computadora no se podía ver
esta casa, por ningún lado. Es obvio que si se trata de alguien que puede
camuflar su casa y burlar los satélites más especializados, no es un campesino
común y corriente, pero tampoco quiere decir que sea uno de los federales. No
encontré a casi nadie más que supiera nada de los aparatos por ningún lugar, y
luego de que ese misterioso caso en Estados Unidos desapareciera de todos los
diarios, era de suponer que había algo que los gobiernos querían ocultar. No
soy tonto, también me di cuenta de que si de repente alguien me llamaba y me
decía que fuera por información podría haber posibilidades de que fuera una
trampa. Pero probé transportarme al patio de mi casa y funcionó. Evidentemente
el hombre sabía algo más que yo no, y si bien no por eso me confié como para
venir a visitarlo, no vi porqué no hacerlo ahora. No costaba nada probar, y a
lo sumo apareceríamos en el medio del desierto, con un dispositivo para
hacernos aparecer de nuevo en mi patio, o, en su defecto, en cualquier otro
lugar, en los mismos pocos segundos que nos llevó aparecernos acá. Así que
relájense, en serio—termina Facundo, justo cuando tiene que detenerse frente a
la puerta para no chocársela.